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lunes, 12 de octubre de 2015

De la Isla del Sol (Bolivia) a Cuzco (Peru).


Tras despedirnos de Bolivia (con muchisima pena), continuamos por los alrededores del lago Titicaca para poder adentrarnos en el país vecino, Peru.
En realidad lo que hicimos tras salir de la Isla del Sol (Bolivia) y llegar en barco hasta Copacabana para recoger el resto de equipaje que dejamos para no cargar tanto en la Isla, fue coger un bus que nos llevara directos hasta Puno, (Perú).

Para ello nos asegurarnos de comprar el billete desde Copacabana a Puno, antes de partir hacia la Isla del Sol para cuando volviéramos, tener la plaza asegurada y no tener que quedarnos un día o dos de espera en la pequeña ciudad de Copacabana.
Y así fue; Un par de horas para ver el centro de dicha localidad, y ya estabamos subidos en el bus camino a nuestro siguiente país. (No sin una cierta desconfianza hasta que vimos aparecer el bus, ya que es un poco "caótico" todo el tema transportes por aquí).

Unos 30/40 min de viaje y ya nos estaban mandando bajar del bus para cruzar la frontera a pie.
En una pequeña caseta, fuimos pasando uno por uno, mostrando y sellandonos nuestros pasaportes, un tanto "coloreados" ya a esas alturas.


Frontera entre Bolivia y Perú.

Recién llegados al lado peruano.


Vuelta en el bus, no fueron más de hora y media / dos horas, bordeando el Lago Titicaca hasta llegar al pequeño pueblo de Puno donde se encuentra una pequeñísima comunidad viviendo en las Islas Uros, unas islas flotantes fabricadas por ellos mismos, a pocas millas en barco desde el mismo puerto de Puno. (Era algo que no queríamos perdernos... Ni nosotros, ni practicamente la totalidad de viajeros que venían en el bus).




Pero nuestro destino final en este viaje no sería Puno, ni las famosas islas flotantes sino Cusco, donde debíamos llegar con un par de días de antelación a que empezara nuestra peregrinación a Machu Pichu nada más y nada menos que por el famoso camino Inca.
Así que en la misma estación de buses de Puno, decidimos reservar ya el billete de bus que nos dejaría a primera hora de la mañana en nuestro destino y de esta forma, poder dormir toda la noche en el bus y poder ahorrarnos una noche de estancia.

Serían las 12 del medio día y el bus no salía hasta las 10/11 de la noche, por lo que teníamos tiempo suficiente para conocer las islas flotantes y volver para poder cenar en algun restaurante de Puno y empezar a degustar la gastronomía peruana.

También en la misma central compramos el billete para el barco que nos llevaría hasta las Islas Uros. Tras reservar nuestros siguientes movimientos, ya podíamos irnos tranquilos a conocer las islas.
Para ello cogimos un taxi en la misma central de autobuses para poder llegar hasta el puerto de Puno, y de allí coger el barco que nos llevara hasta una de las islas.


Esperando a zarpar.

De camino a las islas.

Paisaje camino a las islas.

Paso "fronterizo" antes de llegar a las islas.


Nada más llegar, nos esperaban unas 5 mujeres vestidas con trajes tradicionales con los más vistos colores, cantandonos canciones de bienvenida.
Nos reunieron en una especie de media luna, para contarnos quiénes eran los Uros, y cómo vivian en este lugar.
La subsistencia en las islas flotantes se basa en una cultura ligada al lago y a la totora que brota del fondo del lago.
La construcción de estas islas se hace tejiendo las totoras en las zonas en donde crece más tupidamente, formando una capa natural a la que los uros denominan khili; sobre esta capa construyen sus viviendas, también de una malla tejida de totora a la que denominan estera.
Cada vivienda es de una sola habitación y cocinan al aire libre para evitar incendios. Cada isla puede estar habitada por entre 3 y 10 habitantes, por lo que son más bien pequeñas.

Tras las explicaciones, nos fueron enseñando las diferentes casitas o estancias en donde dormían o comían. Ofreciendonos pasar la noche con ellos por una cantidad que no recuerdo bien, en una cabaña acondicionada más bien para turistas.
(Una sensación extraña la de estar andando por una de estas islas hechas por ellos mismos. Caminando como si fuera una enorme cama elastica pero sin poder saltar).




A continuación nos metieron en una de sus vistosas embarcaciones donde nos acercaron remando hasta otra de las islas donde se hallaba un bar y unos puestos de venta de ropa y complementos hechos por ellos.
Así es como se organiza la comunidad. Cada isla, tiene una función. En una hay un bar, en otra el colegio, en la otra....


Embarcaciones locales... a veces ayudadas por motoras.

De visita a otra de las islas.

Embarcacion a remos en la que nos llevaron.

Isla donde se encontraba el bar.


Por un lado nos hubiera gustado quedarnos una noche con ellos y sentir lo que es "vivir" en una de estas islas, viendo su quehacer diario.... Pero por otro lado veíamos que todo parecía algo "sobre-actuado" y no tan auténtico como nos lo imaginábamos. Incluso nos llegamos a sentir un poquito acosados para comprar ciertas cosas o para que nos quedaramos a dormir, algo que hizo que definitivamente decidiéramos volver con el resto del grupo en barco hasta Puno.

Nos daba pena porque no tienen muchas maneras de seguir subsistiendo más que con el turismo, ya que cada vez más jóvenes de las islas acaban dejandolas para buscarse un futuro "mejor" o por lo menos distinto en la capital o cualquier otra parte del país, por lo que cada vez hay menos habitantes y el turismo hoy por hoy es la mejor e incluso única via para su subsistencia.

Finalmente llegamos a Puno, donde quisimos empezar a degustar la gastronomía peruana, pero con el bajo presupuesto que teniamos no debimos elegir un buen restaurante en una ciudad claramente enfocada al turismo de paso.

De vuelta a la estación de autobuses, recogimos el equipaje que nos tenían guardado para ir al bus que nos llevaría directos a la famosa ciudad de Cusco.


Recorrido que hicimos hasta llegar a Cuzco.


Fotos: Julen Esnal

lunes, 27 de julio de 2015

La Isla del Sol y el Lago Titicaca. (Bolivia).



Salimos de La Paz hacia la pequeña localidad de Copacabana, a eso de las 8 am con un bus que contratamos desde nuestro mismo hostal (Arthyr Guesshouse), por 35 bolivianos.
No nos llevó mas de 3 horas llegar hasta el estrecho de Tiquina, donde nos tuvimos que bajar del bus para pasar en un pequeño bote hasta la otra parte de la península, desde donde tras una buena carretera de curvas y vistas espectaculares del lago Titicaca, llegamos por fin a Copacabana.


Cruzando el Estrecho de Tiquina.

Vistas espectaculares antes de llegar a Copacabana.

La pequeña ciudad de Copacabana al fondo.



Desde allí, y tras dejar parte de nuestro equipaje en la oficina de la agencia de buses, partimos desde el pequeño puerto de la ciudad en un barquito (hora y media y 20 bolivianos), hasta la Isla del Sol.
Leímos y nos recomendaron varias veces que cuanto menos equipaje lleváramos, mejor, debido a las fuertes pendientes de la isla... e hicimos lo mejor después de sufrirlas...



 A punto de embarcar hacia la Isla del Sol.


Llegamos a la isla mirando a la montaña que sabíamos teníamos que subir. Una enorme pendiente de escaleras.
Aun con poco equipaje nos costo subir la escalinata, pero no por su pendiente, sino por la altura en la que nos encontrábamos, a 3.800 msnm. Cada pocos minutos teníamos que parar porque nuestro corazón se nos salia por la boca de lo fuerte y rápido que latía.

A medio camino vimos a varios locales, cargando agua en bidones, en burros y llamas (no hay otro medio de transporte en la isla), en lo que luego nos enterariamos, era la Fuente del Inca. Pero nosotros debíamos subir mas. Mas arriba de la iglesia del pueblo incluso. Eso si, las vistas que tendríamos después merecerían la subida.



La única manera de poder subir la carga.


Vistas desde nuestro hostel.


El hostal era bastante básico. No solo porque como siempre, escogimos la versión mas barata, sino porque además la dueña nos explico que el agua proviene de un único lugar, la Fuente del Inca, es decir, de mas abajo. Y no hay ningún tipo de canalización desde la fuente, hacia ninguna dirección. Por lo que tras ir al baño, debes coger un cubo, llenarlo de agua de un bidón, y echarlo al water.
En cuanto a la fuente, desde que se descubrió, nadie la ha querido "abrir" por miedo, dicen, a que deje de dar agua. Todavía hoy en día, se sigue sin saber de donde procede.

No serian mas de las 5pm cuando ya estábamos instalados en la isla, y para lo único que salimos, fue para reservar sitio en un barco, el cual nos llevaría a la mañana siguiente, hasta la parte norte de la misma para ver los antecedentes Incas.
A partir de ahí, se puso a llover de tal manera, que nos tuvimos que quedar en el hostel hasta el día siguiente.

Con lo que no contábamos era con el frío que hacia por las noches en la isla.
La dueña nos abrió la parte del nuevo restaurante que están haciendo contiguo a la casa porque nos dijo era algo mas caliente, aun estando sin terminar.
Teníamos unas vistas espectaculares con sus dos ventanales, y pudimos dedicar tiempo a leer o escribir el blog (que pocas veces se tiene), pero el frío nos estaba incomodando cada vez mas, incluso con nuestras toallas puestas por encima.

La mejor parte llego en el tiempo de la cena. Cuando empezamos a entrar en calor con una estupenda sopa y una mejor trucha de segundo. (Que ganas teníamos ya de un buen pescadito). Definitivamente la mejor opción en Bolivia es pedir el menú, porque por unos 3 € tienes dos platos de lo mas caseros y deliciosos.

La noche no la pasamos muy bien que se diga.
Decidimos compartir una de las camas para entrar antes en calor, pero de nuevo la altura nos hizo no disfrutar del sueño, despertandonos cada poco tiempo y teniendo multitud de sueños raros.
A las 6,30am, hora en la que nos pusimos el despertador, estábamos muertos pero preferiamos levantarnos para aprovechar bien el día.
El dueño del barco no dio señales de vida, así que decidimos ir a nuestro aire para conocer la isla... y de paso, ahorrarnos el dinero que costaba, que por otra parte, nos venia muy bien, ya que no trajimos suficiente dinero, (aquí por supuesto ni hay cajeros ni se puede pagar con tarjeta), y tras hacer unos cálculos veíamos que tendríamos que saltarnos alguna comida, si queríamos pagar el barco de vuelta).

Sabíamos que seria una jornada larga de caminata, (unas 7/8 horas nos decían), pero aun así decidimos hacerla.
Al final, con paradas y haciéndolo muy tranquilamente a causa de la altitud (llegando a picos de hasta 4000 msnm) llegamos a tardar 9 horas... y acabando bastante fundidos a causa de las grandes pendientes que existían.
Lo bueno fue que nos recorrimos la isla prácticamente de punta a punta.



Vistas desde la parte más alta.

Camino hacia la zona norte.

Y más vistas espectaculares.

Camino hacia las ruinas Incas. 

Altar Inca donde celebraban los rituales.


Hacia el norte fuimos por el camino de arriba, es decir, por la parte alta de las montañas, disfrutando de unas vistas espectaculares del lago Titicaca, con Bolivia en una parte, y Perú en la de enfrente.
Y para regresar a la parte sur, volvimos por el camino de abajo, es decir, por el que va subiendo parte de la montaña, y bajando a los diferentes pueblos que hay en la costa, con lo que fuimos viendo y conociendo a multitud de locales, haciendo sus quehaceres. Eso si, fue la parte mas dura ya que íbamos subiendo y bajando las montañas durante todo este recorrido.



El tiempo se detiene en la isla.

Pequeñas aldeas en entornos espectaculares.

Locales de recogida.

Trabajando de sol a sol.

Locales que nos hacían compañía.

Los ultimos tramos se llegaban hacer muy duros.


Aun así, recomiendo hacerlo por lo espectacular del paisaje, pudiendo visitar de paso, las ruinas Incas de la parte norte, así como el altar donde hacían sus rituales al Sol (que por cierto, los primeros parece ser, se hacían ofreciendo a sus congéneres humanos).

No hubo mejor manera de acabar el día que con otro buen menú, barato y riquisimo de sopa y trucha, la especialidad de la zona.
Una isla perfecta para quien le guste disfrutar de caminatas y pasar unos días completamente desconectados del mundanal ruido.
Es, como si el tiempo se hubiera detenido en esta isla.


Algunas fotos más sobre la isla:

















Fotos: Julen Esnal
www.julenesnal.com


viernes, 8 de agosto de 2014

Russell; El infierno en el Pacifico. ComboTour (II).


La segunda parte del Combo Tour que comentaba en la pasada post Cabo Reinga; Extremo norte de NZ, consistía en una excursión en catamaran hacia Hole on the rock, con posible avistamiento de delfines y una parada en el pequeño pueblo de Russell el cual se encuentra justo en frente de Paihia.

Nos hicieron por tanto un recorrido por los alrededores de Bay of island y sus 144 islas, mostrándonos especialmente la fauna y lugares emblemáticos de la zona mientras buscábamos los tan preciados delfines que suelen hacer acto de presencia en estas aguas.

Pequeñas islas repartidas por todas partes.

Pescadores en aguas turbulentas.


El mismo tour proporcionaba trajes de neopreno para quienes como yo, queríamos zambullirnos al agua en presencia de los delfines y sentir esa maravillosa sensación que seria estar nadando con ellos en total libertad. Es por ello que durante el transcurso del viaje nos reunieron a quienes queríamos tirarnos al agua para darnos unas pautas de cómo comportarse ante tal evento (cosa que me parecía bastante bien, ya que son animales salvajes y somos nosotros quienes estamos invadiendo su territorio por lo que hay que hacerlo con el menor impacto posible).

Lo malo fue que, aun con el traje preparado para ponérnoslo en cualquier momento, no se les vio en ninguna parte del recorrido...

Mientras tanto el barco seguía su marcha hacia el famoso hole on the rock que... no es ni más ni menos que un arco natural en uno de los laterales de una de las cientos de islas que hay por la zona. Tan grande que hasta un catamaran como el nuestro podría caber ahí dentro... Pero... eh! eh! espera! qué esta haciendo?
El capitán en un momento de máxima concentración se propone hacer una serie de maniobras para demostrar cómo es posible meter el barco en dicho agujero...
Pues... ole! bravo por el capitán! ...
A mi parecer, algo absurdo y arriesgado al mismo tiempo pero... ya sabemos cómo les gusta este tipo de cosas a los anglosajones...

El famoso "hole on the rock".


Tras esta machada, continuamos nuestra ruta hacia el pueblo de Russell mientras buscábamos delfines pero... éstos hoy no querían aparecer...
Fue aquí cuando nos avisaron de que en el caso de no ver ningún delfín, tendríamos la posibilidad de repetir la excursión al día siguiente completamente gratis... Así que nos quedaba ese consuelo...

Tras unas horas de crucero, llegamos al pequeño pueblo de Russell. Un lindo pueblecito conservado casi en su totalidad tal y como estaba hace un par de siglos cuando se creó.
De hecho Russell fue por entonces el primer lugar donde arribaron los colonos europeos y donde empezaron a tratar y comerciar con los maories.... Hasta que llego a convertirse en la mismísima capital de Nueva Zelanda... (Eso sí, después de pasar por uno de sus peores momentos, cuando este coqueto lugar era conocido como el "agujero infernal del Pacífico" por la cantidad de excesos y vicios que llegaron a traer los marineros europeos).

Hoy en  día, con sus no más de 900 habitantes se ha convertido en un lindo y turístico lugar lleno de B&Bs, cafés y tiendas de suvenirs rodeado de un envidiable entorno natural.

Casas perfectamente conservadas.

Edificio mas antiguo de NZ. La iglesia.


Al día siguiente era nuestro último día en esta preciosa parte norte de Nueva Zelanda.
Nuestro bus partía por la tarde hacia Auckland, donde pasaríamos unos días, siendo ésta nuestra ultima parada en este precioso país antes de volver a Australia para conocer Sydney y desde allí volar hasta nuestro siguiente continente, Latino América.

Como el día anterior no llegamos a ver ningún delfín, decidimos volver hacer el crucero en el catamaran ya que teníamos el tiempo justo antes de que partiese nuestro bus hacia la capital neozelandesa.
Disponíamos del tiempo y no teníamos que pagar ningún extra así que.. por qué no hacerlo? Aunque hubiera que aguantar algo de oleaje como el dia anterior habia que intentarlo... Algo asi no se vive todos los dias...
De nuevo, recorrido por la zona, y reparto de correo en algunas casas perdidas de las pequeñas islas...
De nuevo charla con los que nos tiraríamos al agua para nadar con los delfines,... hole on the rock y de nuevo... proeza del capitán de meterse en dichoso agujero... iiiuujjuuuu! ...
Pero seguíamos sin ver delfines... Lo más que vimos fueron unas maniobras de rescate con un helicóptero sobre nuestro barco, lo cual hizo que fuera algo distinto a nuestro recorrido del día anterior...
Pero hubiera preferido los delfines...


Maniobras de rescate en el barco.


En esta ocasión no nos bajamos en Russell y continuamos rumbo a Paihia para coger nuestro bus camino a Auckland!.
De nuevo... nos quedamos sin poder nadar con los delfines...

Más fotos de la jornada:




Vista de Russell desde el barco

Fotos: Julen Esnal.


lunes, 9 de junio de 2014

Queenstown, Milford Sound y Te Anau


Tras un par de días en Dunedin, ya teníamos ganas de conocer nuestro siguiente destino, Queenstown.
Unas 5 horas tardaría el bus en llegar, pero no se hizo nada pesado ya que los lugares por los que pasaba eran cada vez más y más bonitos. Especialmente desde Clyde donde la carretera sigue el cañón de un río hasta que al final acaba circunvalando uno de los lagos mas grande de la isla sur, el lago Wakatipu, dónde se encuentra la pequeña ciudad de Queenstown.
Con un agua completamente transparente por el agua que baja de las montañas, el lago Wakatipu tiene 80 km de ancho y 400 m. de profundidad, para que os hagáis una idea del tamaño; Y rodeado de grandes montañas, como la sierra de los Remarkables que lo hacen aun mas bonito y espectacular.
Varias de estas grandes montañas están muy cerca de la ciudad y como es obvio, en invierno, es decir, ahora en el mes de Septiembre, están completamente nevadas; Ésta es una de las razones, por las que Queenstown es tan conocida por los amantes a los deportes de invierno.

Nos hospedamos en el Flamers Kiwi, un pequeño hostel con ambiente veiteañero aunque acogedor. No muy caro si se comparte habitación y de esa manera no disparar el presupuesto. No obstante, buena opción para estar más metidos en "ambiente".

Al día siguiente habíamos comprado un par de billetes para Milford Sound. De nuevo con Nakedbus, (para nosotros, la mejor compañía, de autobuses de Nueva Zelanda).
Consistía en: Trayecto hasta Milford Sound, pasando por otro pequeño pueblo, Te Anau, + Ferry por los fiordos y vuelta a Queenstown el mismo día por la tarde  por 107 dolares (cada uno); Pero nosotros decidimos quedarnos una noche en Te Anau y conocerlo algo mejor.
Creo que puedo decir que la carretera de Queestown a Milford Sound, es una de las carreteras mas bonitas por las que he viajado en mi vida, especialmente a las 7 de la mañana. Llena de ríos, lagos, y montañas enormes, de nuevo con la sierra de los Remarkables de fondo.






Milford Sound, es un pequeño pueblo al borde de los fiordos en la localidad de Fiorland. Con este nombre, os podéis hacer una idea cómo es esto por aquí. Como ver el contorno de Noruega sobre el mapa.
Según llegamos allí, cogimos un catamarán (el cual estaba incluido en el precio del bus), que nos hizo un recorrido por todo el fiordo, y en donde pudimos ver la multitud de cascadas que se forman por el deshielo de las cimas de las montañas, (alguna llega a tener mas de 2000 m de desnivel!),  así como la fauna del lugar con sus aves, focas y pingüinos. Aunque desafortunadamente no pudimos ver ninguno de estos últimos ejemplares.


Dentro del barco apenas sin gente.
Proporción entre barco y montaña.


Los fiordos son en definitiva, antiguos glaciares que se fueron deshelando y que fueron formando y perfilando hasta formar lo que actualmente teníamos ante nuestros ojos. Un largo, profundo y estrecho entrante de mar, con montañas de mas de 2000 metros de altura a los lados. Era como ir por Nueva York, con la vista siempre arriba.
Mucho frío es lo que se pasa en la cubierta de ese barco haciendo el recorrido por el fiordo, pero visto lo visto merece y mucho pasar ese frío.



Mucho frio es lo que hacia en la cubierta del barco.


Tal y como comentaba, a la vuelta y tras pasar otro de los puntos míticos del recorrido como es el túnel Homer, nos bajamos en Te Anau ya que queríamos conocerlo un poquito mejor y de paso ver unas famosas cuevas de "gusanos luminosos" (traducción literal de los famosos glowworm caves). Pero en invierno éste pueblo esta prácticamente vacío. Casi todos los comercios permanecen cerrados. (Normal cuando es un pueblo que no pasa de las 2000 personas censadas).
En cuanto a las cuevas, decidimos no hacer la visita, por lo turístico del lugar y en especial, por el elevado precio de la entrada. 75 dolares por cabeza... (!). (Sin comentarios...).
Lo bonito de este pequeño pueblo lo encontramos en su gran entorno, con el lago que lleva su nombre a sus pies, (el más grande de la isla sur y el segundo en tamaño de toda Nueva Zelanda), y las enormes montañas nevadas al fondo.
Un buen paseo por este entorno de paz y tranquilidad, lleno de colores otoñales fue lo que nos dimos para compensar la visita a los gusanos luminosos y sabéis lo que os digo, que bien mereció la pena.


Lago Te Anau

Momentos de Paz...


Lo bueno fue también que encontramos un hostel YHA, cadena de albergues pertenecientes a Hostel International, y que podríamos decir, son los 5 estrellas de los hostels. Y lo mejor de todo es que estaba prácticamente vacío, por lo que en una habitación de 10, acababas compartiendo tan solo con 2 o 3 personas mas. Y son tan espaciosas que apenas te enteras que hay mas gente en la habitación.
Allí conocimos a una pareja de argentinos, Facundo y Eugenia, quienes llevaban un tiempo viviendo en una granja cerca de Chrischurch, y con quienes tuvimos una larga y buena conversación.


Amanecer en Te Anau.

Volviendo a Queenstown.


Al día siguiente, salíamos de nuevo prontito hacia Queenstown por esa preciosa carretera. Y no tardamos mas de 2 horas en llegar, por lo que el resto del día nos dio para visitar más tranquilamente esta pequeña ciudad rodeada de montañas.
Una de ellas (Bob's peak) estaba literalmente, a cinco minutos de nuestro hostel.
Decidimos subirla caminando y ahorrarnos el dinero del telesilla.
Una hora tardamos en llegar hasta casi la cima, por una más que empinada subida. Pero mereció la pena, especialmente cuando ves el espectáculo de vista que hay desde allí con el lago Wakatipu, las montañas y Queenstown a nuestros pies.

Ascenso a la montaña.


Allí me di cuenta por qué se la conoce a esta ciudad como "la capital de la aventura", porque hasta 6 deportes pudimos ver practicando en la montaña al mismo tiempo. Treking, parapente, bunji jumping, bajada en tirolinas, bici de montaña....
(Es increíble el provecho que le han sacado a la montaña). A parte de los deportes que se practican fuera de ella, como deportes de invierno, buceo, etc, etc...


Deportes de aventura en la montaña.

Vistas espectaculares al lago Wakatipu.


Lo que sí probamos, fue una especie de mini karts en lo mas alto de la montaña, en los cuales íbamos bajando hasta el mirador de la misma. Algo muy parecido a lo que probamos bajando la Gran Muralla China, pero esta vez con un par de circuitos de bajada, donde te ibas "picando" con el resto de gente.
Divertidísimo y relativamente barato. (Ahi os dejo el link: Skyline Luge).
En cuanto al resto del pueblo, (porque ahí nos dimos cuenta lo pequeño que era Queenstown), eran todo tiendas para turistas, de deportes de invierno, bares y restaurantes. Eso sí, en un entorno, espectacular.
Así es el lugar con el terreno mas caro de toda Nueva Zelanda. Así es Queenstown.

Más fotos:

The Mirror lake de camino a Milford Sound.

Con la Sierra de los Remarkables del fondo.

En lo alto de la montaña.

Bajando la montaña.

Parte de la ciudad de Queenstown.

Fotos: Julen Esnal