Llegado el Viernes y tras trabajar nuestras horas en la granja (lo cual se nos iba dando cada vez mejor y aprendiendo cada vez mas), decidimos ir hacia el pueblo de Vang Vieng para alquilar una moto y conocer mejor sus alrededores. (ya que los viernes no había clase en en la escuela).
Bajamos con Will, un simpático chico británico que llegó a mediados de semana, y que seria un buen remplazo de Mike, (quien nos dejaría tras 2 semanas de voluntariado).
Tal y como vimos el primer día al llegar al pueblo, vimos de nuevo la invasión yankee. Restaurantes estilo chill-out y grupos de jóvenes con camisetas (de BeerLao o Tubing), de tirantes y gafas Ray-Ban multicolores. Ese es el típico perfil que se ve por aquí.
Después de chequear unas cuantos locales de alquiler de motos, cogimos el mas barato y que tuviera las motos en mejor estado. De marca coreana, Kolao, de 100 cc.
Carnet? No saben lo que es eso, (ni quieren), así que no te lo piden. Si la sabes conducir, perfecto; Y sino, te enseñan en... menos de 30 segundos como hicieron con Will. (Hay que decir que eran semiautomáticas, así que no era muy complicado que se dijera).
Fuimos directamente en busca de la bonita cascada que decían, tiene el pueblo, y tras dar con ella, puedo decir que era preciosa. No solo por lo espectacular del entorno, sino además por encontrarnos prácticamente solos disfrutándola. El baño que nos dimos fue espectacular.
El día solo se podía completar con una bonita celebración en la misma granja, el cumpleaños de Keo. Si, la señora de recepción que tan raro nos miraba el primer día, y quien acabo siendo como una madre para los voluntarios.
El fin de semana no había mas que empezado. El Sábado y el Domingo serian días de descanso. Y de paso para aprovechar a conocer mas, el precioso entorno de Vang Vieng.
Por ello decidimos contratar una excursión con kayaks para poder ver otras zonas, y de paso hacer algo de ejercicio.
Primero empezariamos con una breve caminata por amplios campos de arrozales, y verdes montañas, pasando por pequeñas villas de agricultores, hasta llegar a la famosa cueva "Than Nam". Una cueva que, para poder visitarla, se debe uno subir en unos neumáticos, ya que esta cubierta de agua.
Sujetándonos de una cuerda, y provistos de linternas en la cabeza, nos adentramos unos 500 metros, (con la cabeza casi pegada al techo en muchas ocasiones), hasta que nos dimos la vuelta, (porque la cueva continuaba...) siguiendo la corriente que nos devolvía a la salida.
Tras curiosa experiencia y un "lunch" estilo barbacoa, nos llevaron a ver una cueva sagrada para los locales, donde se encuentra "la huella de Buda".
A partir de aquí, ya estábamos listos para emprender los 17 km de descenso en kayak hasta el mismo pueblo de Vang Vieng.
En principio no seria una travesía difícil mas que con algún que otro rápido... pero
acabo resultando algo mas complicado de lo esperado.
El primer percance lo tuvimos con un árbol caído en medio del río, que hizo que nos quedáramos de lado hasta terminar volcando.
No había apenas profundidad, pero nada mas volcar, nos miramos con cara de asombro sin poder hacer casi nada a causa de la fuerte corriente.
Yo acabo siendo arrastrado unos metros hacia abajo, sin poder ver a Sabri como estaba, hasta que unos guías la enganchan del salvavidas corriente abajo hasta ponerla a salvo.
Es frustante ver como quieres levantarte y la fuerza del agua no hace mas que impedir moverte, y las rocas del fondo no ayudan precisamente a ponertelo fácil.
Kilómetros mas abajo otro kayak viene hacia nosotros justo en uno de los rápidos, haciendo tambalear nuestra embarcación (que sin saberlo, se nos había llenado de agua tras nuestro primer vuelco), volvemos a perder el equilibrio y volcamos de nuevo. Esta vez era algo mas profundo por lo que tan solo con agarrarnos al kayak no hubo mas complicación.
Vang Vieng fue bastante conocido, no hace mucho tiempo, por la "fiesta del tubing", que consistía en bajar el río en neumáticos y enchuzarse lo máximo en cada bar que se encontraba a los lados del río, al ritmo de musica electrónica (y que por cierto eran unos cuantos).
Afortunadamente esa época se ha podido dar por terminada tras numerosas muertes por ahogo y relacionados, por lo que la zona vuelve a recuperar la tranquilidad que le merece con ese entorno.
Nosotros acabamos entrando en uno de esos "bares" para hacer un descanso, cuando quedaban unos 4 km para terminar el recorrido, pero sin musica electrónica ni alcohol de por medio.
La media hora que debimos estar, fue jugando al voley o tumbados en hamacas hasta que re-emprendimos ruta.
Tras 17 km y 2 vuelcos, llegamos a eso de las 4 bastante fundidos, con ganas de una buena ducha y una buena comida en nuestra querida granja, lejos del barullo y el bochorno y humedad de Vang Vieng.
El domingo lo dedicamos a recorrer los alrededores con otra moto que alquilamos por 4 € para todo el día, junto con nuestro compi Will.
Queríamos conocer la otra granja orgánica que dirige el "supervisor" de la nuestra, para ver como trabajan allí.
La granja esta a unos 7 km del centro hacia el "blue lagoon", lugar bien conocido por los backpackers porque es como un lugar un tanto paradisiaco... o eso es lo que parecía en las fotos.
Llegaríamos como hacia la hora de comer, por lo que aprovechamos para hacerlo.
Debo decir que aunque no pudimos verla del todo ya que era domingo y no había ningún voluntario, no estaba tan bien como la nuestra. Y mucho menos la comida.
Ahí nos volvimos a dar cuenta de la suerte que teníamos al estar en la nuestra, aun con la precariedad de voluntarios que existe en nuestra granja.
Aprovechamos, como no, a ver el famoso "blue lagoon" que se encontraba a pocos kilómetros de allí, pero de "blue" tenia bien poco. Había llovido mucho el día anterior, y eso era un río completamente marrón. Tenia columpios y unos "trampolines" naturales, por lo que es un buen atractivo para muchos turistas.
Y no nos queríamos ir de la zona, sin conocer otra famosa cueva, Than Phu Kham, donde se encuentra el "buda reclinado".
Para los que quieran acceder, aconsejo llevar un buen calzado y una linterna porque de lo contrario no lo vais a disfrutar.
Fotos: Julen Esnal
Foto de portada: cascada de Vang Vieng.
Bajamos con Will, un simpático chico británico que llegó a mediados de semana, y que seria un buen remplazo de Mike, (quien nos dejaría tras 2 semanas de voluntariado).
Tal y como vimos el primer día al llegar al pueblo, vimos de nuevo la invasión yankee. Restaurantes estilo chill-out y grupos de jóvenes con camisetas (de BeerLao o Tubing), de tirantes y gafas Ray-Ban multicolores. Ese es el típico perfil que se ve por aquí.
Después de chequear unas cuantos locales de alquiler de motos, cogimos el mas barato y que tuviera las motos en mejor estado. De marca coreana, Kolao, de 100 cc.
Carnet? No saben lo que es eso, (ni quieren), así que no te lo piden. Si la sabes conducir, perfecto; Y sino, te enseñan en... menos de 30 segundos como hicieron con Will. (Hay que decir que eran semiautomáticas, así que no era muy complicado que se dijera).
Fuimos directamente en busca de la bonita cascada que decían, tiene el pueblo, y tras dar con ella, puedo decir que era preciosa. No solo por lo espectacular del entorno, sino además por encontrarnos prácticamente solos disfrutándola. El baño que nos dimos fue espectacular.
Will y Sabri con las motos al llegar a la cascada. |
Sabri y yo en la famosa cascada. |
El día solo se podía completar con una bonita celebración en la misma granja, el cumpleaños de Keo. Si, la señora de recepción que tan raro nos miraba el primer día, y quien acabo siendo como una madre para los voluntarios.
Pai, Mike, Shai, Keo, Will y Sabri celebrando el cumple. |
Por ello decidimos contratar una excursión con kayaks para poder ver otras zonas, y de paso hacer algo de ejercicio.
Primero empezariamos con una breve caminata por amplios campos de arrozales, y verdes montañas, pasando por pequeñas villas de agricultores, hasta llegar a la famosa cueva "Than Nam". Una cueva que, para poder visitarla, se debe uno subir en unos neumáticos, ya que esta cubierta de agua.
Sujetándonos de una cuerda, y provistos de linternas en la cabeza, nos adentramos unos 500 metros, (con la cabeza casi pegada al techo en muchas ocasiones), hasta que nos dimos la vuelta, (porque la cueva continuaba...) siguiendo la corriente que nos devolvía a la salida.
A partir de aquí, ya estábamos listos para emprender los 17 km de descenso en kayak hasta el mismo pueblo de Vang Vieng.
En principio no seria una travesía difícil mas que con algún que otro rápido... pero
acabo resultando algo mas complicado de lo esperado.
El primer percance lo tuvimos con un árbol caído en medio del río, que hizo que nos quedáramos de lado hasta terminar volcando.
No había apenas profundidad, pero nada mas volcar, nos miramos con cara de asombro sin poder hacer casi nada a causa de la fuerte corriente.
Yo acabo siendo arrastrado unos metros hacia abajo, sin poder ver a Sabri como estaba, hasta que unos guías la enganchan del salvavidas corriente abajo hasta ponerla a salvo.
Es frustante ver como quieres levantarte y la fuerza del agua no hace mas que impedir moverte, y las rocas del fondo no ayudan precisamente a ponertelo fácil.
Unos haciendo tubbing y otros en kayak. |
Kilómetros mas abajo otro kayak viene hacia nosotros justo en uno de los rápidos, haciendo tambalear nuestra embarcación (que sin saberlo, se nos había llenado de agua tras nuestro primer vuelco), volvemos a perder el equilibrio y volcamos de nuevo. Esta vez era algo mas profundo por lo que tan solo con agarrarnos al kayak no hubo mas complicación.
Vang Vieng fue bastante conocido, no hace mucho tiempo, por la "fiesta del tubing", que consistía en bajar el río en neumáticos y enchuzarse lo máximo en cada bar que se encontraba a los lados del río, al ritmo de musica electrónica (y que por cierto eran unos cuantos).
Afortunadamente esa época se ha podido dar por terminada tras numerosas muertes por ahogo y relacionados, por lo que la zona vuelve a recuperar la tranquilidad que le merece con ese entorno.
Nosotros acabamos entrando en uno de esos "bares" para hacer un descanso, cuando quedaban unos 4 km para terminar el recorrido, pero sin musica electrónica ni alcohol de por medio.
La media hora que debimos estar, fue jugando al voley o tumbados en hamacas hasta que re-emprendimos ruta.
El domingo lo dedicamos a recorrer los alrededores con otra moto que alquilamos por 4 € para todo el día, junto con nuestro compi Will.
Queríamos conocer la otra granja orgánica que dirige el "supervisor" de la nuestra, para ver como trabajan allí.
Locales bañandose en los alrededores de la otra granja. |
Los increibles alrededores de Vang Vieng. |
La granja esta a unos 7 km del centro hacia el "blue lagoon", lugar bien conocido por los backpackers porque es como un lugar un tanto paradisiaco... o eso es lo que parecía en las fotos.
Llegaríamos como hacia la hora de comer, por lo que aprovechamos para hacerlo.
Debo decir que aunque no pudimos verla del todo ya que era domingo y no había ningún voluntario, no estaba tan bien como la nuestra. Y mucho menos la comida.
Ahí nos volvimos a dar cuenta de la suerte que teníamos al estar en la nuestra, aun con la precariedad de voluntarios que existe en nuestra granja.
Aprovechamos, como no, a ver el famoso "blue lagoon" que se encontraba a pocos kilómetros de allí, pero de "blue" tenia bien poco. Había llovido mucho el día anterior, y eso era un río completamente marrón. Tenia columpios y unos "trampolines" naturales, por lo que es un buen atractivo para muchos turistas.
Y no nos queríamos ir de la zona, sin conocer otra famosa cueva, Than Phu Kham, donde se encuentra el "buda reclinado".
Para los que quieran acceder, aconsejo llevar un buen calzado y una linterna porque de lo contrario no lo vais a disfrutar.
Fotos: Julen Esnal
Foto de portada: cascada de Vang Vieng.
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