domingo, 13 de diciembre de 2015

MACHU PICCHU. Por el camino Inca (IV). La sorpresa.


Después de dormir por tercer día consecutivo en el campamento movil, ahora sí que veíamos cerca nuestra llegada a Machu Picchu.
Hasta nos costó menos levantarnos si no recuerdo mal, y eso que fue más temprano que el resto de días; A las 5:00 de la mañana. Y no era de extrañar viendo postales como estas...




Continuábamos entre abundante vegetación y parajes increíbles.
Aderezados a veces con precipicios, pasajes y puentes de madera con alturas de vértigo. Lo cual lo hacía aun más especial.







Seguimos recorriendo el camino marcado junto con el resto de grupos y sus respectivos porteadores, lo cual según íbamos acercándonos al final de etapa, se iba haciendo más incómodo por la cantidad de gente que se acumulaba en diferentes puntos. (como en subidas muy pronunciadas; Algunas de ellas teniendo que ayudarnos con las manos para hacerlas más fáciles).



Subidas cada vez más empinadas.

Hasta que casi sin querer, allí lo teníamos, por fín frente a nosotros.
Recuerdo cómo nada más llegar al mirador de Intipunku, veía a la gente sonreir, alegrarse y abrazarse entre ellos y yo aun sin llegar a verlo del todo. Hasta que allí lo vi. Una de las mejores vistas que se pueden tener de toda la ciudad de Machu Picchu.

Se queda uno como tonto viendo algo tan especial y a la vez tan esperado. Y tras un rato admirando e intentando digerir tal momento, dimos paso a las fotos en pareja, en grupo, y respectivos selfies cómo no...
Pero algo que aprendimos a lo largo de este viaje fue eso. Pararse a observar, dónde estás, con quién estas y qué estas viendo. Y dejarse las cámaras y las fotos para más tarde. Hay que disfrutar ese momento... Creo que es importante este punto ya que no quedarse un momento parado tras 4 días caminando para inmediatamente hacerse la foto... es echar todo a perder.



Vista desde el mirador de Intipunku con la montaña de Huayna Picchu en medio y las ruinas a la izquierda.

Carretera serpenteante que hacen los turistas que vienen desde Aguas Calientes.

La ansiada ciudad de Machu Picchu.

Sabri y yo desde el mirador de Intipunku.

No se nos podía borrar la sonrisa llegados a este punto.

Pero no nos podíamos quedar allí todo el día; Teníamos que seguir el poco trayecto que nos faltaba para llegar a tiempo a la "ciudad" y poder visitarla en el día.

Afortunadamente para nosotros no sería tan "estresante", ya que reservamos también el siguiente día con antelación para poder visitar Huayna Picchu con más calma, por lo que podríamos volver a ver de paso la ciudadela de Machu Picchu por si en este día no nos diera tiempo a verlo con tranquilidad.





Al acceder por la parte alta de la ciudadela, no pasamos el control de entrada que todo turista debe atraverar,  hasta tiempo después. No sin antes hacernos unas cuantas fotos de grupo y disfrutar nuevamente de las vistas que esta parte de la ciudad nos ofrece y que no todo turista llega a ver si no es haciendo el Camino Inca.



Entrando en la ciudadela.

Foto de grupo con el Huayna Picchu de fondo.


Más tarde sí, tuvimos que llegar hasta la entrada para registrarnos y poder dejar todos los bártulos para poder visitar la ciudadela mucho más cómodos.

Otro detalle que recuerdo bien, fue la gran diferencia que era llegar hasta aquí como lo hicimos nosotros: sin ducharnos, sucios, "aparentemente" cansados, (Y digo aparentemente porque estos 4 días no hizo mas que ponernos más fuertes)... y ver la manera en la que llegaban el resto de turistas (limpitos, aseados, pamela en la cabeza y haciendo fotos a todos lados).
Me llevó otro buen rato mirar a mi alrededor y ver esa marabunta de turistas queriendo entrar en grupos por los tornos.
(Algo que lamentablemente tuvimos que hacer nosotros también si queríamos visitar la ciudad de una vez por todas).

Lo bueno fue el recorrido que nos fueron haciendo nuestros guías por toda la ciudadela. Explicándonos con pelos y señales la distribución de la ciudad.
No nos podíamos ni imaginar cómo habían llegado a trabajar la piedra con tal perfección para incrustarla de esa manera en el resto del terreno.





Cuesta creer que en la mayoría de muros no puedas ni introducir un papel entre piedra y piedra de lo milimétricamente encajadas que están unas con otras.

Es algo mágico visitar un lugar como este, más sabiendo que fue construido a mediados del siglo XV.


Distintos detalles de construcción.

Alucinando estábamos en cada rincón que íbamos conociendo de tan increíble ciudad.






Tan sólo le quedaba a Sabri una ultima sorpresa por ver. Y fue nada más y nada menos que pedirle la mano en tan sorprendente lugar. (Eso sí, lejos de la gente y sin montar un espectáculo a la americana).

No se esperaba la sorpresa que le tenia preparada.



Vista de otro de sus lados e igualmente espectacular.


Es por ello que la noche que pasaríamos en Aguas calientes no sería como cualquier otro día, en otro hostal cualquiera, sino en un hotel boutique merecedor de tan especial momento.
Pero a partir de aquí se queda en nuestra intimidad  ;)

Eso sí puedo decir que la ducha que nos pegamos y cómo dormimos después de 4 días de caminata no os lo podéis ni imaginar.... Espectacular se queda corto...


Llegando al pueblo de Aguas calientes tras bajar desde Machu Picchu a pie.



Hasta nuestro siguiente objetivo... Huayna Picchu!! :)


Fotos: Julen Esnal

Más información de esta impresionante ciudad de Machu Picchu en: formentinatura.wordpress.com/


lunes, 16 de noviembre de 2015

MACHU PICCHU. Por el camino Inca (III)


Nada más llegar de la tienda-comedor tras degustar un auténtico menu peruano, caímos rendidos en el saco. El esfuerzo que habíamos hecho aquel segundo día nos dejó aunténticamente KO a todo el grupo.
Al día siguiente nos tuvieron que despertar porque sino seguiríamos durmiendo.

Desayunamos nuevamente todos juntos y tras desperezarnos ligeramente volvimos a emprender ruta.
Es duro empezar nuevamente otra etapa despues de la agujetas que empiezan a acumularse día tras día, pero viendo los paisajes que teníamos frente a nosotros y más con la salida del sol, sería algo que añoraríamos hasta nuestros días.



En estos casos lo mejor es ceder el paso a los porteadores.


Ya no seguíamos descendiendo continuamente sino que íbamos alternando ascensos y descensos con el paso de una montaña a otra.
Algo que hacía que el paisaje nunca dejara de sorprendernos. Lagos, valles y hasta pasadizos entre rocas por donde teníamos que pasar para continuar camino.
Lo que no dejábamos de ver eran contrucciones Incas salpicadas entre montaña y montaña y a las que en muchas ocasiones podíamos ver desde el interior e incluso descansar y poder llegar a imaginar la vida en aquel tiempo.









Y casi sin darnos cuenta el paisaje empezaba a cambiar ante nosotros.
Empezábamos a ver mucha más vegetación. Más tropical. En algunos casos parecía como si la selva nos estuviera engullendo poco a poco a cada uno de nosotros.
Incluso nos dimos cuenta cómo el cansancio iba haciendo mella en cada uno de nosotros, haciendo cada uno el camino a su ritmo; Viendo a los caminantes cada vez más disgregados, y por tanto más cómodo para caminar.






Hasta que hicimos la parada para comer donde nos volvimos a juntar todos de nuevo.
De nuevo los héroes anónimos ya tenían todo listo a nuestra llegada. Desde la tienda-comedor hasta la comida que degustaríamos.









Hasta el propio camino de piedras parecía como si hubiera cambiado. Como si estuviera mejor cuidado. Con las piedras más unidas entre sí. Más redondeadas. Como si fuera sacado del cuento de Hansel y Gretel.
Aunque viendo  por donde estaba discurriendo el propio camino no me extranaría que fuera alguna parte reconstruida ya que cada vez eran más altos los precipicios por donde transitábamos.








Y los precipicios no dejaban de ser más y más altos. Hasta el punto de querer apartarnos para que pasasen los heroicos porteadores con toda la carga y de esta manera ni entorpecer, ni ponernos en riesgo mutuamente.









Y así hasta el siguiente descanso con un nuevo descubrimiento de otra edificación Inca.
La niebla que había en aquel momento no hacía más que embellecer tan mágico momento.







Ahora sí, volvíamos a tener un buen tramo de descenso por una cada vez más espesa vegetación. Nuevamente la selva nos iba engullendo uno a uno.









Hasta que por fín lo vimos allá a lo lejos. El pequeño pueblo de Aguas Calientes. El pueblo base al que el resto de turistas llegan cómodamente en tren desde Cuzco y tras otra media hora de bus, acceden a Machu Picchu sin necesidad de sudar.

Nosotros cada vez estábamos más cerca de nuestro destino.






Pero nuestra meta de hoy no sería llegar hasta el mismo pueblo de Aguas Calientes, sino hasta otra de las míticas edificaciones Incas al estilo terrazas (que mínimamente se ve en la parte inferior de la foto anterior), para llegar al campamento que previamente nos tendrían preparado cómo no, nuestros porteadores.








En un lugar tan sumamente especial en el que se respira y se siente algo casi mágico no podíamos más que tomarnos el tiempo de sentarnos y disfrutar de tan enorme belleza de paisaje.
Pero una cosa llevo a otra y algunas acabaron haciendo yoga en uno de los mejores parajes del mundo para llevarlo a cabo. Y qué mejor que con una profesora de yoga en el grupo (Alicia).







Nos quedamos tan ensimismados con aquel sitio que aun habiéndonos quedado con uno de los guías, nos tuvieron que venir a recoger desde el campo base porque se nos hizo de noche en plena bajada al campamento...
Qué os puedo decir de esta etapa... Creo que las imágenes hablan por sí mismas...
Algo sencillamente espectacular...


Antes de sentarte, comprueba bien dónde lo haces.

Fotos: Julen Esnal

Enlace a: MACHU PICCHU. Por el camino Inca (I)